lunes, 2 de julio de 2018

Un viaje al macizo del Monte Rosa


En esta ocasión, os traemos el relato de un viaje al Monte Rosa con seis cuatro miles en la mochila. Seis amigos y montañeros que un día decidimos salir de viaje. Era junio de 2017. Este post está dedicado a Francisco Aguado, Ramón García, Fernando Sánchez, Santos Illera, Antonio Martín y, como no, a mí mismo, Felipe Fernández.


Día 1: Santander – Chamonix

Salimos de Cantabria en una furgoneta de seis plazas poco antes de la medianoche. Con turnos al volante condujimos hasta más allá de Burdeos. A las cinco de la mañana decidimos echar una cabezada junto al lago de Libourne, una zona bucólica con césped y baños. Algunos dormimos al fresco en un saco y otros prefirieron el “calor” de la furgo. Hacia las ocho desayunamos café y sobaos y continuamos un largo viaje hasta Chamonix. Tras una rápida visita a la ciudad del Mont Blanc, subimos por una carretera sinuosa hasta el hostal donde pasamos la noche. Bajo la batuta de Francis, cenamos unos suculentos macarrones con cebolla pochada, ajo y chorizo. ¡Riquísimos!

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Chamonix. Como niños pequeños intentando subir a la estatua


Día 2: Refugio Vittorio Emmanuelle II

Por la mañana dimos cuenta de más sobaos y viajamos hasta Pont (Aosta, Italia, 1980 m). Nos pusimos el equipo de alpinistas y empezamos la ascensión hasta el refugio Vittorio Emmanuelle (2.735 m). La ascensión se realiza por un camino de zetas muy bien trabajado y con un denso tráfico de personas. Tardamos alrededor de dos horas y media (sobre)cargados como mulas. Arriba nos encontramos con un excelente refugio con estupendos precios, aunque nosotros decidimos cargar con la cena. Ramón, el hijo tardío de Neptuno, mostró su osadía bañándose en el lago recientemente deshelado. Como premio, del lago surgen dos ninfas italianas que se inmortalizan con nosotros haciendo gala del arte sugerente de posar.

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Subida al refugio Vittorio Emmanuelle

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Refugio Vittorio Emmanuelle


Día 3: Gran Paradiso

A las cinco de la mañana nos levantamos a desayunar. Poco antes de las seis salimos hacia el Gran Paradiso (4.061 m). En esta ocasión, decidimos salir en el furgón de cola tratando de evitar el atasco de la cumbre. Nos esperaba una larga y dura ascensión. En el refugio nos indicaron que no subiéramos por la vía normal, convertida en una gran placa de peligroso hielo negro. La alternativa es no ganar altura por el torrente, sino por el canto de la morrena y descender unos metros hacia un glaciar más transitable, aunque plagado de grietas.

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Las grietas en la subida al Gran Paradiso

Llegados al glaciar nos dividimos en dos cordadas de tres, con dos cuerdas de 60 m. Tras una ascensión tranquila y constante, alcanzamos el resalte de cumbre. Tras una trepada nos asomamos al famosos paso de la repisa sobre el vacío. Es fácil, pero impresiona. Dos cordadas salieron de la cumbre por la repisa con lentitud y cierta torpeza. Una vez libre, pasó Santos asegurado por Antonio. Entre ambos fijaron la cuerda para que pasasen los demás asegurados con cintas y mosquetones. Nadie más esperaba tras de nosotros. La decisión de ir en cola se reveló un acierto total y durante bastantes minutos disfrutamos de la cumbre como “enanos”.

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Último paso al Gran Paradiso

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Gran Paradiso (4.061 m)

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La cumbre es solo la mitad del camino

Tras dejar la cumbre, comimos bajo el resalte e iniciamos el larguísimo descenso hasta Pont. El calor y el largo tiempo de ascensión por roca con botas rígidas hicieron mella en los pies de alguno de nosotros, pero lo soporta con entereza. Llegamos a Pont cerca del anochecer y comenzamos una larga odisea buscando un alojamiento que no nos agujerease el bolsillo. Tras varios intentos fallidos y a punto de desmoralizarnos, conseguimos éxito en el hotel Des Roses de Trepont. Por los pelos conseguimos también que nos diesen de cenar unos suculentos gnocchis acompañados de ensalada, queso y fruta. Los devoramos en pocos minutos. La suerte sigue con nosotros.


Día 4: Refugio Gnifetti (Monte Rosa)

Tras un estupendo desayuno buffet bien surtido de repostería, viajamos hasta Stafal (1h45m más o menos). En Stafal cogimos el teleférico que nos llevó hasta el Paso Salati (2.980 m). En Salati asimilamos mal la información sobre los horarios del teleférico hasta Punta Indren (3.275m) y decidimos subir andando para evitar una supuesta larga espera. Al poco de hacerlo el teleférico a Punta Indren comienza a funcionar, pero ya es absurdo retroceder. Así por las buenas nos echamos 400 metros más de desnivel a la cargada espalda por un camino pendiente, sinuoso y descompuesto. A lo largo del trayecto tuvimos que atravesar heleros y superar tramos muy verticales con ayuda de maromas, peldaños de madera y escaleras de hierro. Tras un último tramo de casi ferrata, llegamos al hermoso y alpino refugio Gnifetti (3647 m).

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Ascenso al refugio Capanna Gnifetti

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Ferrata antes de llegar al refugio Gnifetti

El refugio hierve de gente y de ambiente montañero. Disfrutamos a tope de la cerveza, pero sobre todo de las vistas que se tienen desde los ventanucos del baño mientras meamos. En ningún sitio nos había resultado tan placentero mear. Tras ello, dimos cuenta de nuestra cena, que para eso cargamos con ella.

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Refugio Capanna Gnifetti en el macizo del Monte Rosa


 Día 5: Cabaña Margarita y la ruta de los cuatromiles

A las cuatro de la madrugada nos levantamos a desayunar. Aún así, salimos nuevamente en los vagones de cola para afrontar la bellísima y larga ascensión por el glaciar de Lys. Las luces del amanecer nos alegraron la salida. Por la noche sopló un fuerte viento que hizo crujir el refugio. Por momentos, parecía que el glaciar se hubiera puesto en movimiento. Cuando salimos, el viento había aflojado, pero todavía soplaban rachas intensas y muy frías. Dudamos de nuestras posibilidades para hacer cumbres. Sin embargo, a medida que ascendíamos el viento iba cediendo. Nos organizamos en tres cordadas de dos, pues para ahorrar y distribuir peso cambiamos dos cuerdas de 60 por tres de 30. Cuando llegamos bajo la Pirámide Vincent (4.215 m., fácil) decidimos desviarnos para convertirla en nuestra primera cumbre del día. Alcanzamos cumbre por una pala fácil, pero con algún tramo que podría superar los 35 grados. La nieve era excelente, pero el intenso frío nos hizo abandonar precipitadamente la cumbre.

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Llegando a la Pirámide Vincent

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Pirámide Vincent 4.215 m

Una vez abajo tomamos la huella que lleva hasta el Pico Balmerhorn (4160 m., fácil), donde se ubica la cabaña vivac Giordano. La única “dificultad” es ascender por un corto tramo de ferrata.


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Pico Balmerhorn 4.160 m

Tras la celebración con foto de grupo, bajamos y continuamos el ascenso por el glaciar. A partir de aquí ya no hay grietas y la ascensión se realiza con plena tranquilidad por una magnífica cuenca de magnífica nieve. No obstante, la altura y el desnivel van pesando en las piernas. Nos acercamos al Parrotspitze y valoramos por donde ascenderlo. La arista oeste presente un tramo mixto para acceder a ellas. La mayoría de las cordadas suben por la oeste y bajan por la este, lo que obliga a cargar con el peso. Tras algunas dudas, decidimos rodear el pico perdiendo altura y afrontar la ascensión por la arista este, lo que nos permite dejar las mochilas en el plateau. La ascensión es corta, pero requiere superar un tramo en torno a 40 grados y algunos metros de arista fina y expuesta. En la cumbre del Parrotspitze (4.436 m, poco difícil inferior), unas inquietantes cornisas nos hicieron tirar fotos unos pocos metros más abajo. Desde una zona protegida, Ramón inmortalizó el delicado descenso de la arista. Tras un giro, aún quedaba un descenso expuesto hasta la tranquilidad del plateau.

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Un descanso para reponer fuerzas. Detrás el Cervino.

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Parrotspitze (4.436 m)

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A la izquierda se puede ver Cabaña Margarita

Con la satisfacción de haber alcanzado una cumbre de nivel, afrontamos lo que nos quedaba hasta Cabaña Margarita. Son doscientos metros de pala inclinada y unas decenas de metros finales de inclinada pendiente de duro hielo. El desnivel acumulado (entre 1.400 y 1.500 metros) y la altura nos convirtieron en seis individuos casi arrastrándose por lo más alto del glaciar. A duras penas llegamos a Cabaña Margarita, el refugio más alto de Alpes y de Europa, sobre la cima del Signalkuppe (4.554 m).

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Últimos metros antes de llegar a Cabaña Margarita

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En los rostros se ve el cansancio de un día duro

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Descansando en el refugio más alto de Europa

Tras reponernos del esfuerzo salimos al balcón buscando oxígeno y vistas. El oxígeno fue suficiente para sentirnos bien, con la ayuda de un ibuprofeno, pero la única vista que se nos permite es la de la niebla. Al mismo tiempo que la suerte de dormir en el refugio más alto de Europa, tenemos la mala suerte de no disfrutar el sublime espectáculo de la puesta de sol sobre el Cervino. Resignados, vencemos la frustración con una bien nutrida y variada cena.

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Cabaña Margarita y cima del Signalkuppe


Día 6: De Margarita a Gressoney y Aosta

A las cinco desayunamos y salimos al balcón para contemplar el amanecer. Los dioses de la montaña siguían con nosotros y premiaron nuestro esfuerzo con un día limpio y claro. Poco a poco despuntaron los abismos bajo la Cabaña hasta la lejanía de Gressoney, la cumbre máxima de la Dufourspitze y, por supuesto, el rey Cervino en la lejanía. Durante unos impagables minutos gozamos e inmortalizamos el gran espectáculo cromático desde el palco más privilegiado de Europa. Tras embriagarnos de esa energía, iniciamos el largo descenso hasta Punta Indren.

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Subida al Zumsteinpitze

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Cumbre del Zumsteinpitze 4.463m, detrás Cabaña Margarita 

Tras dejar atrás la pala de hielo, cuatro miembros del equipo aprovechamos un “inesperado descanso” para subir también a Zumsteinpitze (4.463 m, poco difícil inferior). Es el otro vértice del glaciar y paso obligado para los que quieren culminar en la Dufourspitze desde Margarita. En los metros finales, la finura de la arista sobre la inmensa caída hacia el norte provocó la retirada de uno de nosotros, que aprovechó para fotografiar el descenso de los otros tres. Para el resto del grupo, el premio y la satisfacción de un sexto cuatromil.

Con una cumbre más o menos, todos juntos sentimos el mismo logro y el mismo placer al descender tranquilamente por el glaciar de Lys. A cada pocos metros paramos para clavar en la retina las imágenes plenas de belleza que se sucedía a nuestro alrededor. La plasticidad del cielo resaltaba aún más la inabarcable belleza de las cumbres del macizo, entre las que despuntaban los esbeltos y vertiginosos Lyskamm. Venciendo la resistencia a marchar, aceleramos el paso al sobrepasar el refugio Gnifetti camino de Punta Indren.

Una vez allí, solo quedaba empalmar los tres remontes que nos dejaron de nuevo en Stafal.

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Los vertiginosos Lyskamm

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Una parada en el descenso, con el Cervino al fondo

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Hay que tener cuidado con las grietas del glaciar

Por decisión unánime, ese día renunciamos a pasar al refugio Quintino Sella por el Paso del Naso. Los guías habían confirmado nuestras suposiciones sobre las malas condiciones del paso, que para mayor peligro tendríamos que superar afrontando la parte más delicada en bajada. La alternativa de bajar a Stafal y coger los teleféricos hacia Quintino nos pareció complicada y temeraria en nuestras condiciones físicas. En consecuencia, desistimos de llegar al Quintino y renunciamos al pico Castor.

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Descenso libre y sin percances


Día 7: Aosta – Chamonix - Carcassonne

 
Ya en el hotel des Roses y bien descansados y desayunados, iniciamos el viaje de vuelta. En Chamonix hicimos una dilatada parada para pasear o hacer compras. Después, emprendimos el largo viaje hasta muy cerca de Carcassonne, donde hicimos noche en un acogedor hostel de cabañas. Allí disfrutamos de una cena a base de fabada y de una velada musical ambientada por Antonio a la guitarra.

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De turismo en la vuelta a casa. Carcassone


Día 8: Carcassone - Santander

Por la mañana visitamos y admiramos la imponente ciudad de Carcassone, donde resulta obligado evocar el cruel destino de los rebeldes cátaros. Y cumplido ese deber con la historia, cogimos la furgo para volver a la tranquilidad y la rutina del hogar.

Agradecer a todos los compañeros de ruta los buenos momentos de esta expedición y sobre todo a Antonio Martín por el relato de este bonito viaje y muchas de las fotos.


Aquí os dejamos el vídeo de este increíble viaje.




¡Hasta la próxima aventura!






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