El verano de 2019 fue atípico para nosotros. Felipe se apuntó a un trekking en el Himalaya en noviembre al que yo no podía ir por varios motivos, así que decidí buscarme uno para el verano que le diera mucha envidia ... :-). Y me fui a Madagascar!!!
Un viaje de 15 días por una isla muy calurosa (incluso en su invierno). Básicamente recorrimos la RN7 desde la capital, Antananarivo, hasta las playas de Ifaty, con un pequeño añadido hacia el noreste de la capital y algún que otro pequeño desvío durante el recorrido. Este viaje no llegó hasta la avenida de los baobabs (una pena pero están muy lejos) o los Tsinguis. También una pena, pero nada buenos para mi vértigo. Tampoco fuimos al norte de la isla que debe de ser un paraíso para los amantes de las tortugas.
Los primeros días de viaje hicimos muchos kilómetros por carretera, por lo que se hizo un poco pesado, y las carreteras no están en muy buenas condiciones. De hecho, en algunas de ellas abundan los agujeros. La isla es grande y para poder visitar los distintos parques nacionales y reservas hay que moverse mucho.
Siempre me llama la atención la cantidad de cosas que puedes ver en estos países cuando te mueves por carretera. Muchas personas se desplazan a pie largas distancias por trabajo, otros llevan mercancías en carros de tracción animal, y siempre ves niños. También puedes ver muchos puestos ambulantes de comida repartidos por las orillas de las carreteras y, como no, de regalos y artesanía para turistas.
También vimos muchos campos de cultivo, sobre todo, de arroz. Y muchas pequeñas "fábricas" de ladrillos situadas a lo largo de las carreteras. En los últimos años, muchos campos de arroz se han cavado para sacar barro para hacer los ladrillos, debido a un aumento de la actividad de construcción del país. Por un lado, es bueno ver que poco a poco van ganando en comodidades pero, por otro lado, también da pena ver como poco a poco se va consumiendo el paisaje característico de la isla. Al final, es ley de vida, al menos tal y como la conocemos hoy en día. Nuestra ruta se conoce con el nombre de Ruta del Sur.
Otra cosa que llama la atención es la gran variedad étnica y cultural que encuentras en Madagascar. Algunas de las etnias que conocimos fueron los Tanala, Betsileo, Merina, Bara y Vezo. Unos son agricultores, otros ganaderos, pescadores... Conforme avanzábamos por la carretera íbamos cambiando de tribu y sus habitantes pertenecían a una etnia distinta con distintos orígenes (polinesios, indonesios, árabes, africanos...), ocupaciones o tradiciones.
Las ciudades son de distintos tamaños, pero pocas tienen calles asfaltadas y siempre te encuentras mercados al aire libre. Principalmente de comida pero también de productos básicos para los malgaches.
En alguna de ellas puedes darte una vuelta en pousse-pousse, que no son solo para turistas sino también los taxis de aquellas personas que pueden permitírselos. Los hay que van corriendo o en bicicleta.
La artesanía malgache está en auge en estos momentos. Muy posiblemente se debe a los turistas y a la posibilidad de conseguir mejores ingresos a través de un trabajo digno. Vimos como grupos de mujeres trabajaban los gusanos de seda hasta llegar a fabricar hermosos y coloridos pañuelos.
Después, existe otro tipo de artesanía basada en el reciclaje, con unos resultados espectaculares. Con latas de refrescos y material médico caducado hacen de la nada bicicletas, motos o pousse-pousse. Y no les lleva más de 10 minutos. ¡La de bicicletas que podríamos hacer en casa con latas de cerveza! Me conformo con llevarlas a reciclar.
Otra cosa que nos llamó la atención fue la mina de zafiros que visitamos, donde parte del trabajo se realiza al aire libre. Lo que no te cuentan es que excavan agujeros muy pequeños donde solo entran niños que deben arrastrase por ellos para sacar tierra. Dejo aquí este asunto porque el tema de las minas de piedras preciosas en África tiene muchas connotaciones que no corresponden a este blog. Muchos jóvenes acuden a trabajar a la mina porque es un trabajo muy bien remunerado. En la actualidad, la mina se encuentra en Ilakaka. Una población con apenas 20 años de historia nacida a raíz del descubrimiento de un zafiro en manos de un lugareño.
El tren es una de las reminiscencias de la época colonial francesa. Salvo una línea (dos o tres líneas para turistas), el resto no está en uso. Se han abandonado porque, según nos contaron, los malgaches no quieren usar algo que hicieron los franceses. Nos comentaron que la construcción del ferrocarril les costó la vida a muchos malgaches, quienes no recibían ningún pago y trabajaban bajo coacción. Una puede entender que no les tengan mucho cariño, pero esas líneas ferroviarias les vendrían realmente bien para desplazarse entre algunos puntos, ya que prácticamente no tienen otras formas de hacerlo. La única línea en funcionamiento no tiene horarios. Sale cuando sale y llega cuando llega. Y, mientras tanto, va haciendo paradas como le conviene. Así que, como resultado, las estaciones de tren construidas en la época colonial están abandonadas. Algunas se han convertido en mercados.
En lo que todo el mundo parece estar de acuerdo es que la educación y la sanidad mejoraron considerablemente durante esta época.
Mientras viajas por la isla puedes ver el alto grado de deforestación en el que se encuentra la misma. Las talas masivas han sido tremendas durante años, no solo por el comercio de madera, sino también por los propios malgaches para calentarse, cocinar o cultivar. Es también muy llamativo ver como la isla se ha reforestado con pinos y eucaliptos. Es llamativo y triste a la vez.
Por si las talas no fuesen suficiente, los cebúes solo comen pasto verde y como todo se seca enseguida en la isla, los ganaderos queman constantemente terrenos para que luego salga pasto nuevo para el ganado. Los habitantes de estas extensiones desérticas pertenecen a la etnia Bara.
Uno de los días hicimos un trekking por el Parque Nacional de Isalo y hubo quién se dio un baño en las piscinas naturales (demasiado frías para mi gusto). El inicio de la caminata es caluroso y el paisaje recuerda a zonas desérticas. Sin embargo, el parque tiene también profundos cañones por donde circulan riachuelos de agua. La diferencia de temperatura cuando te adentras en estos cañones es abismal. La caminata finaliza en unas pequeñas y maravillosas piscinas naturales de agua gélida y transparente.
Como en la mayoría de los países africanos, es muy llamativo el gran contraste entre la forma de vida de los lugareños y cómo nos movemos, comemos o nos alojamos los turistas. Cuando volvimos del paseo al poblado Bara, éstas eran nuestras vistas desde la terraza del restaurante.
Madagascar es conocida por la gran calidad de sus especias como la vainilla, la pimienta o el clavo, así como por el chocolate, el café o el té. También es conocida por sus aceites esenciales. Nosotros compramos todos estos productos en un centro comercial de la capital a mucho mejor precio del que luego encuentras en el aeropuerto.
Hasta aquí este artículo sobre nuestro recorrido por la isla. Pronto publicaré otro artículo sobre nuestras visitas a los parques nacionales, reservas y áreas protegidas. Así como todo lo que vimos sobre los lémures, los animales más famosos de Madagascar, y sobre los baobabs, los árboles más famosos de la isla.
¡Hasta muy pronto!
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